Vengan y adoren

Al alabar juntos en una reunión multigeneracional, muchos sentían gozo y paz. Excepto una madre que tranquilizaba a su bebé que estaba por llorar, sostenía el himnario para su hijo de cinco años e intentaba impedir que el otro más pequeño se escapara. Entonces, un caballero que estaba sentado atrás ofreció llevar al niño a caminar por la iglesia y una mujer joven sostuvo el himnario para el mayor. En dos minutos, esa madre pudo respirar aliviada, cerrar los ojos y adorar a Dios.

La embajada de Dios

Ludmilla, una viuda de 82 años de edad, declaró su casa en República Checa una «Embajada del Reino de los Cielos», diciendo: «Mi casa es una extensión del reino de Dios». Recibe a amigos y extraños afligidos que necesitan afecto y hospitalidad, dándoles a veces comida y un lugar para dormir; siempre con un espíritu compasivo y de oración, dependiendo de la guía del Espíritu Santo y deleitándose en cómo responde Dios sus oraciones.

El buen Pastor

Esperaba ansiosa mientras estaba sentada en la habitación del hospital con mi esposo. Estaban operando a nuestro hijo pequeño de la vista, y sentía un hormigueo en el estómago por la preocupación. Traté de orar y pedirle a Dios que me diera su paz. Mientras hojeaba mi Biblia, pensé en Isaías 40, así que busqué el conocido pasaje, preguntándome si descubriría algo nuevo.

Unidos en Cristo

Cuando nos encontramos con una lista de nombres en la Biblia, tal vez nos vemos tentados a pasarla por alto. Sin embargo, allí podemos encontrar algunos tesoros, como en la lista de los doce apóstoles a quienes Jesús llamó para que sirvieran en su nombre. Muchos son conocidos: Simón, a quien Jesús llamó Pedro; Jacobo y Juan, que eran hermanos y pescadores; Judas Iscariote, el traidor. Pero es probable que no tengamos en cuenta que Mateo, el publicano, y Simón, el zelote, quizá fueron enemigos anteriormente.

Voceros de Dios

Con los nervios de punta, esperaba que el teléfono sonara y empezara la entrevista radial. Pensaba en qué me preguntarían y cómo respondería. Entonces, oré: «Señor, soy mucho mejor escribiendo, pero supongo que, como sucedió con Moisés, debo confiar en que me darás las palabras que debo decir».